10 de marzo de 2012

Un poema: Torres Gemelas




Es un mundo perfectamente dócil,
lógico, cercano y confortable,
hecho de números enteros y puntuales,
de parámetros medibles y objetivos,
de esquemas, de pruebas, de balances,
de certezas y de seguridades,
con su innegable simetría, sus combinaciones,
su álgebra precisa, sus contundentes
resultados racionales que lo afirman,
su magnanimidad, sus valores consecuentes,
sus cifras naturales.
Pero un fuego de lo más bruto (como todos los fuegos)
anda ahora por los rombos, los cubos, las esferas,
los octaedros, los ángulos conversos,
los paralelepípedos,
la moderna arquitectura, los vértices,
los magníficos diseños.

Hace un instante, apenas,
alguien cuya vida era
muchos números como pastillas calmantes
(tarjetas de colores, códigos de barras, cuentas,
registros, documentos, inventarios)
abandona su oficina
de alfombras y ascensores,
del piso ochentaitantos,
y se transforma misteriosamente en otro
-absurdas cuestiones ontológicas-
que ya no es él, sino un pájaro aterrado,
que asusta a la señora que lo mira en CNN,
y sin pensar siquiera en que Deleuze
hizo en París lo mismo exactamente
(eso de cambiar de figuritas,
eso de pasar de un sentido a otro sentido,
eso de romper los círculos concéntricos,
eso del terror y del querer fugarse,
eso, -la profunda payasada del significante-),
se arroja, con su traje hermoso de corte italiano,
(¡clímax del espectáculo!)
al vacío elemental que nos sostiene.




Eduardo Spalletta, 24/9/2001


Lo de "la profunda payasada del significante", claro, salió de aquí:


(*)           “…asi, pues, el sistema completo comprende: a) el rostro ó el cuerpo paranoico del dios-déspota en el centro significante del templo; b) los sacerdotes interpretativos, que siempre recargan en el templo el significado en significante; c) la muchedumbre histérica en el exterior, en círculos compactos, y saltando de un círculo a otro; y d) el chivo expiatorio depresivo, sin rostro, emanado del centro, elegido y tratado, realzado por los sacerdotes, atravesando los círculos en su loca huída hacia el desierto. Descripción demasiado esquemática que no corresponde únicamente al régimen despótico-imperial, sino que figura también en todos los grupos centrados, jerarquizados, arborescentes, sometidos: partidos políticos, movimientos literarios, asociaciones psicoanalíticas, familias, conyugalidades… La foto, la rostridad, la redundancia, la significancia y la interpretación intervienen en todas partes. Triste mundo el del significante, con su arcaísmo de función siempre actual, su trampa esencial que connota en él todos los aspectos, su profunda payasada. El significante reina en todas las escenas conyugales, como también en todos los aparatos de Estado.”

Gilles Deleuze, “Mil Mesetas”, capítulo: “Rostridad. Sobre algunos regímenes de signos”.







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