27 de mayo de 2012

La iglesia, cómplice del genocidio



LA IGLESIA RECONOCE LA AUTENTICIDAD DEL DOCUMENTO SOBRE EL ASESINATO DE LOS DETENIDOS-DESAPARECIDOS


Donde mueren las palabras


El Episcopado confirmó ante la Justicia que desde 1978 sabía que la dictadura militar asesinaba a las personas detenidas-desaparecidas, cosa que nunca hizo pública. La tardía admisión se produjo con el reconocimiento de la autenticidad del documento publicado el domingo 6 de mayo sobre el diálogo secreto con el dictador Jorge Videla del 10 de abril de ese año. Pese a ello tanto el Episcopado como el Vaticano y la gran prensa guardan silencio.


Por Horacio Verbitsky


La Iglesia Católica confirmó por primera vez ante la Justicia que por lo menos desde 1978 sabía que la dictadura militar asesinaba a las personas detenidas-desaparecidas, cosa que nunca hizo pública, y que sus máximas autoridades discutieron con el jefe supremo de la dictadura cómo manejar la información sobre esos crímenes. La tardía admisión se produjo con el reconocimiento de la autenticidad del documento publicado aquí el domingo 6 de mayo sobre el diálogo secreto con el dictador Jorge Videla del 10 de abril de 1978, luego de un almuerzo del que participaron los tres miembros de la Comisión Ejecutiva que conducía a la institución. Pese a ello tanto el Episcopado como el Vaticano y la gran prensa siguen guardando un escandaloso silencio.

La cuestión de las listas

La judicialización del documento eclesiástico se produjo en la causa abierta para determinar lo sucedido con los restos de Roberto Santucho, a pedido de su familia, representada por el abogado Pablo Llonto. Santucho fue abatido por una partida del Ejército el 19 de julio de 1976 y su cuerpo exhibido a la prensa en Campo de Mayo, pero luego desapareció sin explicaciones. A raíz de la confesión de Videla a un periodista español y otro argentino sobre el asesinato de los detenidos-desaparecidos, la jueza federal de San Martín, Martina Forns, a cargo de esa causa, citó a declarar al ex dictador. Videla dijo que él había decidido ocultar el destino de los restos de Santucho para evitar homenajes pero que quien sabía qué habían hecho con ellos era el entonces jefe de Campo de Mayo, general Santiago Riveros. Ante el cuidadoso interrogatorio preparado por Forns, Videla respondió sus preguntas durante más de tres horas. Sin eufemismos dijo que los detenidos-desaparecidos eran “condenados” y “ejecutados” y que ese método se había adoptado por comodidad porque creían que “no provocaba el impacto de un fusilamiento público”, que “la sociedad no lo iba a tolerar”. Agregó que “era difícil pensar que tantas personas podían ser juzgadas y la Justicia estaba asustada por la persecución que habían sufrido los jueces” del Camarón, el tribunal especial que actuó entre 1971 y 1973 durante la penúltima dictadura. Cuando Forns lo interrogó sobre las listas de personas detenidas-desaparecidas, Videla contestó que eran incompletas y que no se publicaron, porque contenían errores e inexactitudes y no hubo acuerdo entre las tres Fuerzas Armadas que compartían el gobierno. Agregó que la información sobre el destino de cada persona es “una obligación moral” pero que no es fácil cumplir con ella “por la forma tabicada en que se procedía y en algunos casos no hay rastros de eso y no puede publicarse a medias”.

Un diálogo entre amigos

Pero durante el almuerzo con el cardenal Raúl Primatesta, arzobispo de Córdoba, el arzobispo de Santa Fe, Vicente Zazpe, y el de Buenos Aires, cardenal Juan Aramburu, quienes eran presidente y vicepresidentes del Episcopado, Videla dio otra explicación mucho más sincera acerca de la publicación de las listas y sobre lo sucedido a las personas detenidas-desaparecidas. Ello consta en una minuta para el Vaticano, que los tres eclesiásticos redactaron luego de ese almuerzo y que fue reproducida en esta página hace tres domingos, en la nota “Preguntas sin respuesta”. En un clima que Aramburu describió como cordial, Videla dijo que no era fácil admitir que los desaparecidos estaban muertos, porque eso daría lugar a preguntas sobre dónde estaban y quién los había matado. Primatesta hizo referencia a las últimas desapariciones producidas durante la Pascua de 1978, “en un procedimiento muy similar al utilizado cuando secuestraron a las dos religiosas francesas”. Videla respondió que “sería lo más obvio decir que éstos ya están muertos, se trataría de pasar una línea divisoria y éstos han desaparecido y no están. Pero aunque eso parezca lo más claro sin embargo da pie a una serie de preguntas sobre dónde están sepultados: ¿en una fosa común? En ese caso, ¿quién los puso en esa fosa? Una serie de preguntas que la autoridad del gobierno no puede responder sinceramente por las consecuencias sobre personas”, es decir los secuestradores y asesinos. Primatesta insistió en la necesidad de encontrar alguna solución, porque preveía que el método de la desaparición de personas produciría a la larga “malos efectos”, dada “la amargura que deja en muchas familias”. Se refería en forma implícita a la carta que esa misma mañana le había enviado el presidente fundador del CELS, Emilio Mignone, padre de la detenida-desaparecida Mónica Candelaria Mignone, y una de las más altas personalidades laicas del catolicismo argentino. Mignone había sido ministro de Educación en la provincia de Buenos Aires en la década de 1940 y viceministro de Educación nacional en la de 1960. El fundador del CELS le escribió a Primatesta que el sistema del secuestro, el robo, la tortura y el asesinato, “agravado con la negativa a entregar los cadáveres a los deudos, su eliminación por medio de la cremación o arrojándolos al mar o a los ríos o su sepultura anónima en fosas comunes” se realizaba en nombre de “la salvación de la ‘civilización cristiana’, la salvaguardia de la Iglesia Católica”. Agregó que la desesperación y el odio iban ganando muchos corazones. Al día siguiente del almuerzo, Zazpe le informó a Mignone que la Comisión Ejecutiva le había transmitido a Videla “todo lo que dice su carta”. Dijo que habían sido “tremendamente sinceros y no recurrimos a un lenguaje aproximativo” pero le advirtió, como si se tratara de una accesoria cuestión técnica, que había una “divergencia con su carta” acerca de la publicidad o reserva de esta entrevista. “En esta ocasión volvió a recurrirse a la reserva”, que dura hasta hoy. Primatesta informó luego a la Asamblea Plenaria que los obispos le plantearon a Videla los casos señalados en su carta por Mignone, de presos que en apariencia recuperaban su libertad pero en realidad eran asesinados; que se interesaron por sacerdotes desaparecidos, como Pablo Gazzarri, Carlos Bustos y Mauricio Silva, y por otros detenidos de los que pidieron la libertad y/o el envío al exterior. Pero el desarrollo completo del diálogo sólo consta en la síntesis para el Vaticano. Cuando Primatesta advirtió sobre las amargas consecuencias del método de la desaparición forzada, Videla asintió. También él lo advertía, pero no encontraba la solución, dijo. Zazpe preguntó: “¿Qué le contestamos a la gente, porque en el fondo hay una verdad?”. Según el entonces arzobispo de Santa Fe, Videla “lo admitió”. Aramburu explicó que “el problema es qué contestar para que la gente no siga arguyendo”. Según Aramburu, cuando Videla repitió que “no encontraba solución, una respuesta satisfactoria, le sugerí que, por lo menos, dijeran que no estaban en condiciones de informar, que dijeran que estaban desaparecidos, fuera de los nombres que han dado a publicidad”. Primatesta explicó que “la Iglesia quiere comprender, cooperar, que es consciente del estado caótico en que estaba el país” y que medía cada palabra porque conocía muy bien “el daño que se le puede hacer al gobierno con referencia al bien común si no se guarda la debida altura”.

Luego de la publicación, la jueza Forns solicitó la entrega del documento a la Conferencia Episcopal. Sin dilación, recibió una copia. De este modo, la máxima conducción católica de la Argentina corroboró en forma oficial y en un expediente judicial que tanto la Iglesia argentina como la Santa Sede, para la que se confeccionó esa minuta, estaban al tanto del asesinato de las personas cuya desaparición era denunciada por sus familiares y por los organismos defensores de los derechos humanos.

Copia Fiel

El facsímil que se publica a la izquierda es el que obtuve en forma subrepticia en la sede de la calle Suipacha que el propio Videla donó a la Conferencia Episcopal antes de dejar el poder, en 1981. Arriba a la derecha se observa el número con que está archivado, lo cual da una idea de la magnitud de ese archivo cuya misma existencia la Iglesia negó, en una nota que en el año 2000 me dirigió su presidente, cardenal Estanislao Karlic. El de la derecha es el que la actual conducción episcopal, presidida por el Arzobispo de Santa Fe, José Arancedo, remitió a la jueza Forns. Arriba a la izquierda se lee “Es Copia Fiel” y abajo a la derecha consta el sello de la Conferencia Episcopal Argentina. En ambos ejemplares de ese documento secreto se observa que la afirmación de Videla sobre la protección a quienes cumplieron sus órdenes criminales está completada a mano por Primatesta. Pese a la enorme trascendencia de este demorado reconocimiento, ninguna autoridad eclesiástica hizo la menor referencia pública al tema, aunque la Comisión Ejecutiva se reunió el 16 de mayo y emitió un documento, cuestionando la ley de muerte digna sancionada por el Congreso. Como si la enormidad del hecho les cortara el habla, tampoco los diarios Clarín, La Nación y Perfil se dieron por enterados de la publicación de ese documento fundamental para establecer el grado al que llegó la complicidad de la Iglesia Católica con la dictadura militar y su política criminal. Treinta y cuatro años después, el encubrimiento continúa. Cuando el periodista español Ricardo Angoso lo entrevistó en la prisión que el Servicio Penitenciario Federal tiene en Campo de Mayo, Videla dijo que “mi relación con la Iglesia Católica fue excelente, muy cordial, sincera y abierta”, porque “fue prudente”, no creó problemas ni siguió la “tendencia izquierdista y tercermundista” de otros Episcopados. Condenaba “algunos excesos”, pero “sin romper relaciones”. Con Primatesta, hasta “llegamos a ser amigos”. Se nota.






Dos copias del mismo documento. A la izquierda [arriba], la que obtuve en el archivo del Episcopado, cuya existencia misma la Iglesia negaba. El número 10.949 que lleva, agregado a mano por el ex secretario del Episcopado Carlos Galán cuando ordenó el archivo, da una idea de la magnitud de ese repositorio. A la derecha [abajo], la versión oficial que este mes la Iglesia envió a la Justicia, a solicitud de la jueza Martina Forns. Le han borrado el número y le han agregado “Es copia fiel” y el sello de la Conferencia Episcopal.



27/05/12 Página|12




La nota previa de Página 12 del 6/05/2012 está aquí en este link:  http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-193425-2012-05-06.html





26 de mayo de 2012

El odio clasista argentino: una extraordinaria síntesis editorial


Energúmenos

Por Luis Bruschtein


El cacerolazo contra Salvador Allende. Las agresiones a la prensa en el abrazo del PRO a tribunales.


No había más de 300 personas; no es para hacer tanto ruido, a pesar del odio con que se expresaban y de la violencia amenazante que había en sus actitudes. Esas 300 personas que asistieron al acto del PRO en Tribunales esta semana fueron pocas como para generalizar, pero inevitablemente disparaban en la memoria otras situaciones de la historia, como el gorilismo del ’55 o el respaldo al golpe del ’76 y hasta una más reciente, que fueron las movilizaciones porteñas en contra de la 125. De alguna manera, la prensa del sistema se las arregló en cada una de esas situaciones para mostrar siempre esa prepotencia como una reacción lógica y justificable, un grito de libertad, la reacción entendible ante una democracia supuestamente sometida y amordazada. Los gobiernos populares los han tenido siempre en contra.

Pasan los años de democracia y las fuerzas políticas en general van cristalizando los resultados de un aprendizaje inédito. Pero este sector es inexpugnable. El riesgo es que alguna vez, como ha sucedido otras veces, se conviertan en una voz hegemónica que quiera presentarse como la voz de todos. Por ahora son pocos y sirven como marcadores: cuando esa furia se expresa de esa manera en contra de algo es el síntoma de que lo que los enfurece tiene más razón que ellos. Siempre están del lado oscuro y sirven como marcadores para identificarlo. Si alguien alguna vez los tiene de su lado, es para dudar del lugar en el que está parado. Como si fueran conscientes de esto, el FAP y los radicales tuvieron el tino de no ir esta vez con ellos y expresar su reclamo en otro lugar.

Consignas como “se va a acabar, la dictadura de los K” o insultos a la Presidenta (el menos violento fue el apelativo de “yegua” o “hija de colectivero”) hicieron que el acto fuera una promoción para el oficialismo. Fue más pro-oficialista que un acto propio y ayudó a dilucidar cómo le duelen a este sector las medidas que ha tomado el kirchnerismo.

Es increíble cómo algunos elementos se replican en el tiempo e incluso en diferentes geografías. Hay documentales de marchas en Chile contra el gobierno de Salvador Allende en los años ’70 y las expresiones de esos manifestantes anticomunistas (los “momios”), como el odio contra Allende, el insulto descalificador de “son todos ladrones” o despreciativo de lo popular, parecen calcadas de algunas que se vieron y escucharon en la marcha del macrismo de esta semana y en las que se hicieron contra la 125. Para ellos cualquier medida de carácter popular es izquierdista y todos los que las ejecutan son inevitablemente ladrones e inmorales. Dividen a la sociedad entre la chusma y las personas íntegras y respetables como ellos. El que no es parte de la chusma, pero se pone de su lado, solamente puede hacerlo movido por un afán de robar o de poder autoritario. Establecen esa relación en forma automática. Y ése es un rasgo cultural que en forma más diluida quizá, más tenue, está muy extendido en las clases medias más allá de los grupos más recalcitrantes.

En las primeras décadas del siglo pasado, los destinatarios de ese odio fueron la izquierda y el anarquismo, que representaban a la chusma. Desde mediados del siglo pasado, ese lugar pasó a ocuparlo el peronismo, cargando con sus desprolijidades y contradicciones, las que seguramente fueron menores que las de la izquierda y los anarquistas, porque logró renovar su representatividad durante mucho más tiempo. Para este sector conservador “momio”, “gorila”, “blancoide” o “escuálido” (según el país del que se trate: Chile, Argentina, Bolivia o Venezuela), la única vez que el peronismo valió la pena fue con Carlos Menem, al que adoptaron con el afecto que se le tiene a un empleado doméstico de confianza.

Por supuesto que no se trata de una pintura de toda la oposición, ni siquiera de la mayoría. Y tampoco se podría decir que todo el macrismo esté configurado en ese retrato. Hay un juego más complejo y al mismo tiempo más razonable la mayoría de las veces entre oposición y oficialismo. Pero en situaciones de polarización, el arsenal cultural que ocupa la escena es el de los furiosos que transforman el debate en un campo de linchamiento. Y algunos políticos de la oposición se tientan con manipular esas situaciones, dándoles lugar o estimulándolas para arrojarlas contra el oficialismo y recuperar espacio en la hegemonía cultural con ese impulso de prepotencia. Eduardo Amadeo participó en la marcha gritando contra la “dictadura” kirchnerista. Si su estado de ánimo es de la misma violencia que se expresó en el acto, como político sabe que no se puede hacer política en ese estado. Tanto él como Patricia Bullrich se acaban de sumar al armado macrista y es lógico que deban sobreactuar ese nuevo posicionamiento. Pero cuando se estimula el lado oscuro, nunca se sabe hasta dónde se lo podrá controlar después.

De todos modos, siempre sorprende escuchar esa violencia de alto voltaje, cuando del otro lado realmente no se produce un fenómeno equivalente. Hay cuestionamientos, críticas, pero sin esa histeria desaforada que terminó a los golpes con un periodista. Un sector del periodismo opositor viene denunciando “agresiones” porque les molesta ser criticados por otros periodistas o por los mismos funcionarios que ellos destazan. Tendría que resultar un tanto engorroso para ellos que la única vez que se golpeó realmente a un periodista en una marcha política en todos estos años haya sido a un trabajador de la Televisión Pública, el cámara del programa 6, 7, 8. Habría que agregar que muchos de esos periodistas enojados porque Cristina Kirchner no hace conferencias de prensa no dicen lo mismo de dirigentes políticos y funcionarios públicos de la oposición que desde hace varios años no se dejan entrevistar por los medios que a ellos no les gustan y que cuando la tienen, manejan con un criterio estrictamente ideológico sus pautas de publicidad.

La contrapartida, si se quiere, es que al oficialismo se lo criticó mucho cuando varios de sus actos masivos derivaron hacia violentos enfrentamientos entre líneas internas del justicialismo y sectores gremiales. Era una crítica justa. Ya durante la gestión de Néstor Kirchner, el oficialismo empezó a ser muy cuidadoso en la organización de sus actos y pudo superar una práctica perniciosa que iba en su propio desmedro. En los últimos años no se produjeron escenas de violencia en sus actos y el fenómeno del “acarreo” fue suplantado paulatinamente por el de la militancia. Hubo un crecimiento valioso en esos dos aspectos.

Ayer se cumplieron nueve años de la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia. Quizá parte de la bronca para muchos fue que el proceso surgió en el momento y desde el lugar que menos se lo esperaba. Ese núcleo oscuro de furia estaba en estado de latencia frente a un progresismo con timidez aguda, un peronismo menemizado y una izquierda sin vocación de mayoría. El kirchnerismo, como fuerza popular con vocación transformadora, agregó un nuevo condimento a ese escenario. Y desde entonces, como si fuera el retumbar de un viejo volcán apagado, ese núcleo elitista y violento entra esporádicamente en actividad.

La reacción contra esa irrupción inesperada del kirchnerismo desnudó muchas situaciones regresivas a las que gran parte de la sociedad prefería creer superadas y puso en evidencia falsas verdades que se habían construido en una post-dictadura muy conservadora (salvo el primer año de Alfonsín). La transición a la democracia en la Argentina fue muy conservadora y sólo tuvo chispazos de progresismo por la resistencia de los movimientos sociales, en especial las organizaciones de derechos humanos, y por la existencia de un periodismo contrapuesto a las corporaciones mediáticas.

Algunos creen que no, que la luz del progresismo brilló en todos esos años y esta confusión hace que muchos que se creen progresistas, sean en realidad profundamente conservadores. Fueron progresistas mientras el progresismo no tenía ninguna posibilidad y volvieron a su verdadera condición reactiva y conservadora, cuando hubo alguna posibilidad de concretar reivindicaciones que siempre plantearon los movimientos sociales. Son progresistas que reniegan de las manifestaciones plebeyas y de cualquier transformación que requiera confrontación. No pudieron sacarse de encima esa cultura del temor implantada por la dictadura y que persistió muchos años después que se fueron los militares. No es lo mismo esta persona que se cree progresista que los energúmenos que participaron en la marcha del PRO en Tribunales. Pero están más cómodos con ellos porque les permiten aparentar progresismo sin quedar en evidencia.


26/05/12 Página|12


16 de abril de 2012

Otra joya de Borges (una más)


Jorge Luis Borges
Anotación al 23 de agosto de 1944


Esa jornada populosa me deparó tres heterogéneos asombros: el grado físico de mi felicidad cuando me dijeron la liberación de París; el descubrimiento de que una emoción colectiva puede no ser innoble; el enigmático y notorio entusiasmo de muchos partidarios de Hitler. Sé que indagar ese entusiasmo es correr el albur de parecerme a los vanos hidrógrafos que indagaban por qué basta un solo rubí para detener el curso de un río; muchos me acusarán de investigar un hecho quimérico. Éste, sin embargo, ocurrió y miles de personas en Buenos Aires pueden atestiguarlo.

Desde el principio, comprendí que era inútil interrogar a los mismos protagonistas. Esos versátiles, a fuerza de ejercer la incoherencia, han perdido toda noción de que ésta debe justificarse: veneran la raza germánica, pero abominan de la América «sajona»; condenan los artículos de Versalles, pero aplaudieron los prodigios del Blitzkrieg; son antisemitas, pero profesan una religión de origen hebreo; bendicen la guerra submarina, pero reprueban con vigor las piraterías británicas; denuncian el imperialismo, pero vindican y promulgan la tesis del espacio vital; idolatran a San Martín, pero opinan que la independencia de América fue un error; aplican a los actos de Inglaterra el canon de Jesús, pero a los de Alemania el de Zarathustra.

Reflexioné, también, que toda incertidumbre era preferible a la de un diálogo con esos consanguíneos del caos, a quienes la infinita repetición de la interesante fórmula soy argentino exime del honor y de la piedad. Además, ¿no ha razonado Freud y no ha presentido Walt Whitman que los hombres gozan de poca información acerca de los móviles profundos de su conducta? Quizá, me dije, la magia de los símbolos París y liberación es tan poderosa que los partidarios de Hitler han olvidado que significan una derrota de sus armas. Cansado, opté por suponer que la novelería y el temor y la simple adhesión a la realidad eran explicaciones verosímiles del problema.

Noches después, un libro y un recuerdo me iluminaron. El libro fue el Man and Superman de Shaw; el pasaje a que me refiero es aquel del sueño metafísico de John Tanner, donde se afirma que el horror del Infierno es su irrealidad; esa doctrina puede parangonarse con la de otro irlandés, Juan Escoto Erigena, que negó la existencia sustantiva del pecado y del mal y declaró que todas las criaturas, incluso el diablo, regresarán a Dios. El recuerdo fue de aquel día que es perfecto y detestado reverso del 23 de agosto: el 14 de junio de 1940. Un germanófilo, de cuyo nombre no quiero acordarme, entró ese día en mi casa; de pie, desde la puerta, anunció la vasta noticia: los ejércitos nazis habían ocupado a París. Sentí una mezcla de tristeza, de asco, de malestar. Algo que no entendí me detuvo: la insolencia del júbilo no explicaba ni la estentórea voz ni la brusca proclamación. Agregó que muy pronto esos ejércitos entrarían en Londres. Toda oposición era inútil, nada podría detener su victoria. Entonces comprendí que él también estaba aterrado.

Ignoro si los hechos que he referido requieren elucidación. Creo poder interpretarlos así: Para los europeos y americanos, hay un orden -un sólo orden- posible: el que antes llevó el nombre de Roma y que ahora es la cultura del Occidente. Ser nazi (jugar a la barbarie enérgica, jugar a ser un viking, un tártaro, un conquistador del siglo XVI, un gaucho, un piel roja) es, a la larga, una imposibilidad mental y moral. El nazismo adolece de irrealidad, como los infiernos de Erígena. Es inhabitable; los hombres sólo pueden morir por él, mentir por él, matar y ensangrentar por él. Nadie, en la soledad central de su yo, puede anhelar que triunfe. Arriesgo esta conjetura: Hitler quiere ser derrotado. Hitler, de un modo ciego, colabora con los inevitables ejércitos que lo aniquilarán, como los buitres de metal y el dragón (que no debieron de ignorar que eran monstruos) colaboraban, misteriosamente, con Hércules.


Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones


21 de marzo de 2012

La última ficha, programa Nº 171, completo

La última ficha, programa Nº 170, completo

24 de marzo 1976 / 2012: los medios cómplices



A 36 años del golpe: "Una larga y tenebrosa noche"



En su último número del año 1975 la revista Gente, de Editorial Atlántida, titulaba su nota central: “Nochebuena con Videla en Tucumán”. Era la presentación en sociedad del teniente general Jorge Rafael Videla, jefe del Ejército, quien por esos días daba a conocer el primer bando golpista contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón. En aquel mensaje, que iniciaba el estado de deliberación permanente de las tres fuerzas, Videla advertía sobre “la sana rabia del verdadero soldado”.

Por su parte, en enero de 1976 la revista Redacción publicaba un editorial de su director, Hugo Gambini, en el que planteaba la ilegitimidad del gobierno peronista. En la opinión del ex-encumbrado comunicador alfonsinista y actual columnista de Gerardo Sofovich en Polémica en el Bar, el movimiento político creado por Juan Domingo Perón carecía históricamente de legitimidad, aun cuando había ganado las elecciones nacionales por un amplísimo margen, algo así como una alucinación impensable para las ridículas cifras que surgen de los sondeos contemporáneos, al punto que si se suman los porcentajes de intención de voto de todos los actuales candidatos, el resultado no se aproxima a los obtenidos en septiembre de 1973 por la fórmula Perón-Perón.

A partir del mes de marzo del 76, los medios gráficos comenzaron a aumentar el espacio dedicado a los temas militares, previendo con buen criterio que la amenaza de Videla fuera cumplida. Uno de los primeros en tomar partido fue el matutino La Prensa, que prestaba sus páginas a las proclamas golpistas de Isaac Rojas, quien desde su movimiento Acción Patriótica Argentina exhortaba a decir “¡Basta!”. El diario de la familia Gainza Paz publicaba el 12 de marzo un editorial que no ahorraba calificativos: “Manirroto, desaprensivo, el gobierno no es dique de contención”, aseguraba.

Cinco días más tarde, Clarín y La Nación coincidían en señalar desde sus editoriales “el sentimiento de indignación e inseguridad” de los argentinos. El matutino de la noble viuda, -perdón, queremos decir de la viuda de Noble- además, titulaba su tapa con un marcado tono sarcástico: “Balbín exhortó a buscar soluciones magistrales”, en referencia al mensaje que el político radical había dirigido por la cadena oficial la noche anterior, en el que pedía la defensa de las instituciones democráticas, al mismo tiempo que el joven senador Fernando de la Rúa solicitaba el juicio político a la presidente y Raúl Alfonsín declaraba lamentándose no encontrar ninguna solución política a la situación.

Mientras los partidos opositores y el gobierno se reunían en la Multipartidaria en un intento de revertir la difícil situación, el vespertino La Razón se anticipaba varios días a los acontecimientos. El 19 de marzo -casi una semana antes del golpe- su principal titular de tapa era: “Culmina el proceso”. Tres días después, le recordaba a sus lectores que “hace 89 días, el comandante general del Ejército, Jorge Rafael Videla, pronunció un significativo mensaje para el país”.
En la mañana del lunes 22, todos los diarios coincidían en señalar la inminencia del golpe de Estado. “Alternativa inconducente”, era el título del editorial de Clarín que se refería a los últimos intentos de los partidos de la oposición y el gobierno por preservar el sistema democrático, al adelantar la fecha de las elecciones de 1977 a octubre de 1976 (sí, solo faltaban seis meses...). Con el slogan: “Blanca y celeste, aunque nos cueste”, la Liga Pro Comportamiento Humano iniciaba una campaña destinada claramente a apoyar el levantamiento militar que tuvo continuidad en otros dos mensajes. El primero mostraba la imagen de un soldado bajo el título “Tu pueblo te respalda” y el otro que, sin eufemismos, aseguraba: “Las papas queman, el pueblo ya no da más”. Los tres avisos fueron publicados en los principales diarios.

“Es inminente el final, está todo dicho”, afirmaba por su parte La Razón con una indisimulable felicidad, el 23 de marzo.

Los implicados la conocían como Operación Aries. El golpe de Estado contra el gobierno constitucional que presidía María Estela Martínez, Isabelita, y que se preparaba desde el día siguiente de la muerte de Perón y con mayor ajuste y precisión desde octubre del año 1975, debía darse entre 21 de marzo y el 20 de abril de 1976. El general Roberto Viola, secuaz de Jorge Videla, cabeza de la conspiración, y su sucesor en la presidencia de la tiranía, sugirió el signo del zodíaco como clave. Sería por eso que le decían “el sabio”.

Sucedió al fin la madrugada del miércoles 24 de marzo de 1976. Como para darle la razón a Carlos Marx, a las 0:45 despegó de la terraza de la Casa Rosada el helicóptero que llevaba a la primera mujer jefe de Estado de América hacia el verde jardín de la residencia presidencial de Olivos. Marx decía que es cierto que la historia se repite, sólo que una vez como tragedia y la otra como comedia; y entonces tuvimos que vivir la misma escena el 20 de diciembre de 2001, aunque –claro- bajo otro sino. Aquella vez simularon una falla en el motor y le avisaron a Isabel que tendrían que aterrizar en el sector militar del Aeroparque. Allí tres representantes de las Fuerzas Armadas le comunicaron que “cesaba como presidente” (sic) y que quedaba arrestada. A las tres y veinte de la madrugada, por la cadena nacional de radio y televisión, los que todavía estaban despiertos pudieron escuchar el comunicado número uno del gobierno de facto, sonorizado por los inconfundibles compases de una marcha militar, anunciando que el país se encontraba bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti. Tierra, agua y aire, los elementos oficiales de un complot nada elemental. A tiempo, la televisión presentaba la nueva imagen de una estrambótica y extrañísima combinación de símbolos que pretendía representar a la Junta de Comandantes, y que tenía toda la apariencia de una bandera corsaria.

Efectivamente, los comandantes le habían encargado a José Alfredo Martínez de Hoz, hijo y nieto de terratenientes, que preparara un plan económico detallado para el fin de semana previo al golpe y que se hiciera cargo del ministerio de Economía. Puso una condición: necesitaba diez años para aplicar su plan. Videla le prometió cinco seguros, con el total apoyo de las Fuerzas Armadas. (Y ya lleva veintisiete...). Ahora se sabe: fue una cacería en la selva. Martínez de Hoz y el general Albano Harguindeguy, futuro ministro del Interior, compartían la afición por la caza mayor: “Les daba placer herir a la presa para luego matarla a cuchillo, degollarla hasta sentir la lenta agonía de su muerte”.

Sin embargo, nadie podía siquiera imaginar entonces la magnitud de la tragedia que se avecinaba. Aquél no era uno más de los rutinarios y sucesivos asaltos al poder, las chirinadas que periódicamente intentaban los milicos, alentados por las clásicas minorías civiles combinadas de aprovechadores e idiotas útiles. Ese módico crimen, en comparación con los que cometerían después, sería el primero y menos violento de la más sanguinaria y feroz tiranía entre todas las instaladas en Latinoamérica durante la década. Nadie mató tanto y con tanta crueldad. Ningún otro régimen alcanzó jamás semejante grado de perversión.

Se instauró junto al terrorismo de Estado un severo plan económico que definió un nuevo modelo de país, responsable de muchas más muertes e injusticias todavía que las de la tortura y el secuestro sistemáticos, y que aún hoy perdura: un modelo de un país de rodillas y acosado por el saqueo de toda su riqueza, la sumisión incondicional a los vampiros de la usura, el remate sin anestesia de los bienes de cualquier tipo a granel, la vergonzosa entrega de las joyas, las de la abuela, las de la madre y las de la nieta, una gigantesca y dolosa deuda externa y la absoluta exterminación de todo patrimonio económico e industrial del país y de sus habitantes.

Volviendo a los diarios, un día después de que se apropiara del poder la tiranía más sangrienta de nuestra historia, ningún medio utilizó la figura “golpe de Estado” para definir la interrupción del proceso democrático. Para La Razón, las Fuerzas Armadas habían “asumido el ejercicio del poder”, La Prensa decía que se trataba de un “control operacional”, La Nación prefería referirse a una “asunción de poder” y Clarín informaba que se trataba simplemente de “Un nuevo gobierno” y que María Estela Martínez de Perón había sufrido un “alejamiento del poder”. En aquel editorial aparecido en Redacción, en el que Hugo Gambini se refería a la ilegitimidad del peronismo tres meses antes del golpe, el periodista invitaba a que sus lectores conocieran la verdad histórica por medio del testimonio de las publicaciones de la época. Gambini aseguraba que así se podría desenmascarar “los falsos testimonios de quienes se empeñan en acomodar la historia a su manera, para jugar a la legalidad o a la ilegalidad según les convenga en cada momento, sin importarles el destino del país”.

“Quien conoce el pensamiento de estos hombres de armas sabe que no vienen a perseguir a nadie. Sólo puede estar preocupado el que ha delinquido, quien abusó del poder o el terrorista de cualquier signo. (...) Las Fuerzas Armadas saben perfectamente que lo suyo es una misión de reordenamiento y reparación de la República” (La Razón, 27 de marzo de 1976). “Es la culminación de un largo proceso, durante el cual los mandos castrenses decidieron prepararse para dar este trascendente paso, en caso de que el proceso tomase un rumbo que pusiera en peligro la integridad nacional” (Clarín, 24 de marzo de 1976). “Señor Teniente General: Queremos hablar con usted abiertamente. Sin aplausos prematuros ni reservas mentales. Lo hemos oído con atención. Su discurso fue una invitación al diálogo. Vamos a dialogar. Usted está al frente de veintiséis millones de argentinos cumpliendo una misión de servicio. Nosotros, hombres comunes y corrientes, también queremos sumarnos a este proceso” (Gente, 8 de abril de 1976). “Hay que salvar a las instituciones: las mujeres oíamos esa frase y no sabíamos exactamente qué pensar. La oíamos en boca de políticos adversarios entre sí, en boca de funcionarios públicos, de legisladores, de ministros. Salvar a las instituciones. Pero, ¿qué sucedía mientras tanto? Estallaban bombas, aparecían cadáveres en todas partes, se cometían crímenes impunemente, el peso perdía aceleradamente su valor, el robo se enseñoreaba en todos los estratos... Salvar las instituciones. ¿Para qué? ¿Para eso? ¿Para que todos los días nos anunciaran que estábamos cayendo más hondo hundiéndonos más en la desesperación, en la desidia, en el odio?” (Para Ti, marzo de 1976).

Además de los medios de comunicación, de los grandes grupos económicos y del poder imperial, el golpe contó con la velada pero muy amplia complicidad de una pequeña burguesía descerebrada, ansiosa de un orden que la democracia no le garantizaba, y que más tarde se justificaría con la famosa frase “yo no sabía...”. Es el caso clásico de los analfabetos políticos. La aguda definición de Bertolt Brecht los condena así: “El peor analfabeto es el analfabeto político. El no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. El no sabe que el costo de vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

Y en relación a los medios de comunicación, a los de ayer y los de hoy, nos permitiremos, en conclusión, remitir a la sencilla advertencia de una viñeta de “El Roto”, el famoso humorista español: "Aviso: Muchas fuentes de información están envenenadas. Prueben las noticias antes de tragarlas".





24 de marzo 1976 / 2012: el poder económico detrás del poder militar





El estado de las causas judiciales que involucran a empresas y empresarios en crímenes de lesa humanidad. Los expedientes buscan avanzar sobre dos cuestiones: la participación directa de empresarios en crímenes de lesa humanidad y en el modelo económico que buscó implementar el poder económico con apoyo de los militares. El estado de las causas.


Por Alejandra Dandan


El cartel instalado ayer en la planta Ford Motor Argentina es un nuevo punto de partida en las demandas por los delitos de la última dictadura, definida como cívico-militar. Los organismos de derechos humanos impulsaron las causas por la responsabilidad militar primero y luego de sacerdotes o magistrados que participaron directamente o avalaron lo que sucedía en los centros clandestinos. Ahora empieza a verse el avance sobre el sector de las empresas. O más bien, sobre el poder económico detrás del poder militar.

Ese es el eje de la marcha de este 24 de marzo, impulsada por varios organismos de derechos humanos, entre ellos, Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Abuelas de Plaza de Mayo, Hijos y Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. “Las causas en todo el país avanzan con acusaciones a empresarios”, dice José Schulman, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. “Hay dos conceptos: por un lado, una dictadura con un poder destructivo en el que están las acciones terroristas brutales, y por otro, el hecho de que la dictadura fue fundacional: intentó construir un nuevo modelo de país y el trabajo ahora es hacer hincapié en la discusión y acusar al terrorismo de Estado de las modificaciones más profundas que hubo en la estructura económica argentina”.

Ese panorama permite ordenar el estado judicial de las causas que avanzan en ese doble sentido en distintos puntos del país. Algunas, pocas, cuestionan ese aspecto fundacional, como los casos emblemáticos de Papel Prensa y Acindar, impulsadas en diciembre de 2010 por la Liga y la Secretaría de Derechos Humanos de Nación. Otras denuncian puntualmente torturas, secuestros y asesinatos en los que participaron empresarios. En ese universo, las causas son más y se advierten dos tipos: las que involucran capitales nacionales –como la del ingenio Ledesma por la Noche del Apagón, La Veloz del Norte en Salta o la sentencia que ordenó abrir la semana pasada una investigación sobre el directorio de Loma Negra en un juicio en el que aparecieron datos sobre otras cementeras y empresas del emporio Techint– y las de compañías multinacionales, como la Ford Motor Argentina o Mercedes-Benz, sólo por dar algunos ejemplos. Unas parecen avanzar; las otras, no.

En estas causas, algunos fiscales (y sobre todo las querellas) intentan consolidar las pruebas que les exige la lógica de un juicio pensado para “civiles”: hombres que en principio no actuaron dentro de una cadena de mandos o no fueron funcionarios del Estado. Un obstáculo es que se observa en algunos sectores de la Justicia un “sentido común” que tiende a pensar que si fueron civiles, entonces, no fueron parte del terrorismo de Estado. Una resolución muy reciente del Juzgado Federal de Salta ilustra esa discusión. Se dio en el contexto de la causa de la empresa de transportes La Veloz del Norte, en la que un grupo de trabajadores denunció al propietario de la compañía como partícipe de los operativos de sus secuestros y tormentos. Le atribuyeron a Marcos Levin usar a un grupo de tareas para sacarse de encima a los trabajadores más combativos y afiliados a la UTA. Presentaron las pruebas. El juez federal a cargo de la causa, Leonardo Bavio, llamó a indagatoria a Levin. El empresario se negó y su abogado argumentó, entre otras cosas, que como su defendido era “civil” no podría ser parte del terrorismo de Estado. Fueron interesantes las respuestas del fiscal Domingo Batule y de la querella encabezada por David Leiva, con las que el juez acordó y por lo tanto volvió a citar a Levin para mañana. “El hecho de que Marcos Jacobo Levin no haya sido funcionario público no significa que quede excluido por esa sola circunstancia de ser responsable de cometer delitos de lesa humanidad”, dijo el fiscal Batule. “Aclarando –siguió– que éstos se cometen en un marco en el cual los organismos estatales no sólo se mantuvieron indiferentes ante dicha situación, sino que se utilizó el aparato estatal como instrumento represivo dejando a sus víctimas en orfandad de derechos y garantías, puntualizando que un particular puede colaborar o tener participación en la comisión de esa clase de delitos.”

“Concretamente –reforzó el juez Bavio–, en este proceso debe comprobarse si existieron apremios ilegales como delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del terrorismo de Estado, los cuales son considerados imprescriptibles por el Derecho de Gentes y en su caso, individualizarse a los eventuales autores y demás partícipes.”

Las causas que parecen haber avanzado en los últimos tiempos son aquellas del grupo de las “acciones destructivas” y no las de “fondo”, en términos de Schulman. Y en ese grupo, las que involucran a capitales nacionales. A grandes rasgos, son empresas que elaboraron listas negras, con las que trabajaban los servicios de inteligencia y sobre las que actuaban las fuerzas de seguridad.

Un ejemplo es La Veloz del Norte. Pero también hubo algunas noticias del ingenio Ledesma y Loma Negra.

* La causa del ingenio Ledesma por la llamada Noche del Apagón, de julio de 1976, tiene entre los acusados a Blaquier. Para acercarse a la lógica jurídica, el año pasado algunos querellantes cambiaron la denuncia y en vez de acusar genéricamente “al ingenio Ledesma”, que es una entidad jurídica abstracta en términos de imputación en Argentina, denunciaron con nombres propios al directorio. El fiscal Batule –el mismo de La Veloz del Norte– pidió la indagatoria para Blaquier y otros ex funcionarios de la empresa, pero la rechazó el juez subrogante Carlos Olivera Pastor, que se convirtió en un tapón para el avance de las causas de lesa humanidad en Jujuy. Olivera Pastor se opuso a gran parte de los pedidos de indagatorias de los militares y convirtió a la provincia en una de las únicas –junto a Catamarca– que todavía no tuvieron juicios orales sobre crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura.

* El otro caso simbólico es Loma Negra. En la sentencia de la semana pasada del juicio oral de Tandil por el secuestro y asesinato del abogado laboralista Carlos Moreno, el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata ordenó una investigación sobre la cementera. Para los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Néstor Parra, el juicio arrojó suficientes “sospechas” de que el directorio de la empresa, entonces encabezado por Amalia Lacroze de Fortabat, “indujo” el crimen. Moreno y su socio habían ganado juicios millonarios a Loma Negra en nombre de los trabajadores que reclamaban por mejores condiciones laborales y por una enfermedad respiratoria que provocaba el proceso de producción. El fallo condenó además, por primera vez, a dos hermanos que no eran funcionarios públicos: uno era gerente del banco Comercial de Tandil y los dos eran dueños de la chacra que funcionó como centro clandestino. En ese caso, el fiscal Daniel Adler dijo durante el alegato algo que da cuenta de las dos facetas de estas causas: aquellos hermanos dieron asistencia y apoyo a la dictadura, pero lo hicieron porque eso les garantizó retener y expandir sus intereses económicos.

Las dos empresas

Fuera de los avances, hay un enorme paquete de causas que involucran a empresas virtualmente detenidas. Entre otras, las de Ford y Mercedes-Benz. Pero también la de los astilleros Astarsa y todas las que están en la jurisdicción de San Martín.

La Ford y Mercedes-Benz tienen características parecidas: las victimas son trabajadores que eran parte de la comisión interna de las fábricas o delegados de una sección. Las dos causas pasaron del juzgado federal de Daniel Rafecas a San Martín. Ford salió con un pedido del fiscal Federico Delgado de indagatoria para los directivos. En los últimos años, sin embargo, ninguna de las dos avanzó. El juez que las recibió, Juan Manuel Yalj, cuestionó, entre otras cosas, la relación entre civiles, imprescriptibilidad y terrorismo de Estado. En diciembre, las tomó la nueva jueza, Alicia Vence. A la causa original que llevó adelante durante años el abogado Tomás Ojea Quintana, el año pasado se sumó como querellante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

Los investigadores hablan de dos tipos de procedimientos de las empresas durante la dictadura. Unos más visibles y desbocados, sobre todo en localidades del interior con compañías que se creían impunes. Otros más camuflados o cuidados, en los centros urbanos. Un ejemplo del primer caso es Ledesma, donde el Ejército usó camiones con el logo del ingenio o había una conexión entre la usina y el apagón que liberó la zona. Para algunos, los casos de Ford y Mercedes-Benz presentan otras dificultades, pese a que la planta de Pacheco de Ford se usó como centro de detención. O que los trabajadores de Mercedes-Benz eran levantados con listas de la empresa.

Hay testimonios de sobrevivientes o de sus mujeres. Arcelia Luján Portillo describió una entrevista con el teniente coronel Juan Molinari, responsable de los secuestros. “Vos me responsabilizás a mí de todo, pero yo te digo y te voy a mostrar algo”, le dijo el militar. Y –describió ella– “sacó de un cajón una lista en un papel con el logotipo de Ford, manifestándome: ‘Acá están todos los nombres que nos dio la empresa con los trabajadores que querían que chupáramos’. Pude ver que la mayoría estaban tachados, y pude ver que el nombre de mi marido aún no estaba tachado y me dijo que me fuera tranquila porque mi marido, antes del 1º de abril, iba a estar en mi casa. Yo le contesté que no le creía, a lo que me refirió que él era un hombre de honor”.

Los casos de Acindar y Papel Prensa tampoco avanzaron mucho. Acindar está en manos de Oyarbide y algo adelantó. Página12 publicó una nota sobre La Veloz del Norte en la que la unidad de coordinación de las causas de lesa humanidad del Ministerio Público explicaba cuál era uno de los problemas de estas causas: “La realidad es que las dificultades tienen mucho más que ver con que hay personas cubiertas porque siguen detentando poder, que por las razones jurídicas que elaboran los operadores judiciales adornadas de argumentos jurídicos sofisticados que tratan de explicar en realidad por qué no llaman a los empresarios”.

Algo de eso dice José Schulman: “El Poder Judicial fue creado para defender al poder, no para atacarlo; aun a los más honestos les cuesta mirar al funcionamiento del mismo poder. La Corte Suprema tiene que orientar esta discusión para poder ir al núcleo del bloque que organizó el terrorismo de Estado, porque este poder económico hoy sigue vivo. Esta cuestión redefine la agenda del siglo XXI: pasar del dolor al futuro, para poder gozar de los derechos humanos y eso, inexorablemente, implica poner el eje en el poder económico, que es transnacional”.


Publicado por Casapueblos - AEDD



10 de marzo de 2012

"Recordar"



* Un cuento de Antonio Dal Masetto



Recuerdo cierta noche de verano de 1985 cuando en un bar del Bajo, desde otra mesa, alguien me preguntó: “¿Leyó el Nunca Más?”. La voz pertenecía a un anciano que tenía un cuaderno abierto delante de él. Había estado escribiendo, usaba lentes de vidrio muy gruesos y parecía que tuviera dificultades para descifrar sus propias anotaciones. Dijo: “Registran 8.960 desaparecidos, hombres, mujeres y chicos, casi 9.000, pero seguramente son muchos más y es probable que jamás se sepa la cantidad real”. Yo asentí. El anciano insistió. “¿Esa cifra le dice algo? ¿Sería capaz de imaginar 9.000 pares de zapatos?”. “No, creo que no podría”, dije. El anciano se concentró un momento en su cuaderno y volvió a hablar. “¿Sería capaz de imaginar 9.000 cuerpos?”. Dudé nuevamente; contesté: “Tal vez pueda imaginarse una concentración de 9.000 personas vivas, en una plaza, en la calle, en una cancha de fútbol, pero no de otro modo”. Y el anciano: “Estuve haciendo algunos cálculos. Intenté pensar en 9.000 cuerpos acostados en el suelo, uno a continuación del otro, la cabeza de uno contra los pies del siguiente: ¿Tiene idea de qué distancia podrían llegar a cubrir?”. “No podría decirlo”, contesté. “Supongamos que colocamos el primer cuerpo justo en la entrada de la Casa de Gobierno a partir de los dos granaderos, y desde ahí hacia el oeste, todos los demás; y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿sabe adónde llegaríamos?”. “No lo sé”. “¿Quiere seguirme en el recorrido?”. Asentí. El anciano: “Avanzamos por la Plaza de Mayo, bordeamos el monumento a Belgrano, la Pirámide, los canteros florecidos, desfilamos ante la Catedral y su antorcha, el Cabildo, alcanzamos la Avenida de Mayo; y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me sigue?”. “Lo sigo”. “¿Prefiere que tomemos por la vereda de los números pares o impares?”. “Lo que usted diga”. “Dejamos atrás la Municipalidad, cruzamos Perú, algunas librerías, negocios, bares y alcanzamos la 9 de Julio, ¿estamos?”. “Estamos”. “En la primera plazoleta pasamos frente a las dos figuras femeninas que simbolizan la Virtud y la Sabiduría: más allá, enfrente, la ridícula caricatura del Quijote; recorremos las últimas cuadras de la Avenida de Mayo; después viene El Pensador, la fuente, las palomas, el edificio del Congreso, El Molino; seguimos por Rivadavia y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me está acompañando?”. “Estoy”. “El café de los Angelitos, negocios, negocios, negocios, el último tramo antes de llegar a Pueyrredón y su aspecto de mercado persa; Plaza Miserere y sus árboles, la bajada de Rivadavia, Medrano, la confitería Las Violetas, bancos, inmobiliarias, agencias de automotores, bocas de subte, testimonios de una ciudad civilizada, avenida La Plata, Parque Rivadavia, el monumento a Bolívar, avenida José María Moreno, pizzerías, negocios, negocios, negocios y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me sigue?”. “Lo sigo”. “Caballito, las rejas de la terminal del subterráneo, Rivadavia que se convierte en doble mano, el cielo que se amplía arriba, los edificios de departamentos más espaciados, Donato Alvarez, Boyacá; y solamente llevamos recorridas unas sesenta cuadras; alcanzamos Plaza Flores, la vieja iglesia, Nazca, mueblerías, casas de antigüedades, los barrios tranquilos que se desgranan a ambos costados de la avenida, las vías del ferrocarril que se entreven a cien metros y nosotros siempre con los cuerpos, ¿los está viendo?”. “Los veo”. “Cruzamos Segurola y ya estamos a la altura ocho mil quinientos; inmediatamente se suceden una serie de calles de nombres gratos: Virgilio, Dante, Víctor Hugo, Manzoni, Leopardi, Molière, Byron, llegamos al once mil seiscientos de Rivadavia, exactamente la última cuadra antes de la General Paz, se nos acabó la Capital y podríamos seguir del otro lado, por la Provincia; y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me estuvo siguiendo?”. “Lo estuve siguiendo”. “Este trayecto y un larguísimo tramo más es lo que se podría cubrir con 9.000 cuerpos”. A esta altura el anciano calló. Se sostuvo la cabeza con ambas manos, se dobló sobre la mesa y era como si realmente lo hubiese deshecho el esfuerzo de esa caminata. Eso es lo que recuerdo de aquella noche.


* Antonio Dal Masetto nació en Italia en 1938 de padres campesinos. Después de la Segunda Guerra emigró a la Argentina. Se radicó en Salto con su familia y aprendió el castellano leyendo libros que elegía al azar en la biblioteca del pueblo. El tema de la inmigración está presente en sus libros, como en las novelas Oscuramente fuerte es la vida y La tierra incomparable. A los 18 años llegó a Buenos Aires. Fue albañil, pintor, heladero, vendedor ambulante de artículos del hogar (sic), empleado público, periodista y, desde los 43 años, escritor. En 1964 publicó su primer libro de cuentos, que mereció una mención en el Premio Casa de las Américas. Recibió dos veces el Segundo Premio Municipal —por Fuego a discreción y Ni perros ni gatos— y el Primer Premio Municipal por la novela Oscuramente fuerte es la vida. Su libro Siempre es difícil volver a casa fue traducido al francés y llevado al cine por Jorge Polaco. Su novela La tierra incomparable recibió el Premio Planeta Biblioteca del Sur 1994. Es un asiduo colaborador del periódico Página/12 de Buenos Aires.




Pedro Mairal, dos poemas


Estos dos poemas de Mairal, del libro "Tigre como los pájaros", fueron leídos al comienzo del Programa Nº 175, el pasado martes 6 de marzo



OFRENDA


Tengo la edad en la que mueren los caballos,
la edad en la que el árbol
se ofrece entero al cielo.
Mi miedo es una fauna secreta que me busca,
del mar soy sólo un número de olas.
Tengo dientes y penas y zapatos,
tengo una fiesta eterna que a veces me convoca.
Conozco a una mujer, tal vez, salvo el misterio
de la panza de estrellas de la noche.
Yo no sé cuántos soles le quedan a mi pecho,
yo sé que ha sido bueno vivir y alzo estos años
como una ofrenda ardiendo.
Por encima del toro de sombra de los días,
por encima del asco y el miedo y los espejos,
he llegado hasta aquí.


TAN LEJOS DE LOS DIOSES


El hombre, tan omnívoro y callado,
metiéndose en la ropa, atravesando
hileras de botones que se abren
o patíbulos, puertas o tristezas,
bajando en ascensores al invierno,
bostezando, subiendo a colectivos
que pegan coletazos de colores
en todas las esquinas, detestando,
viajando entre sus prójimos lejanos,
tan frágil, vertical, embotellado,
tan buscador, tan lejos de los dioses,
trasnochado mamífero embustero
que emana de la boca de los subtes,
que fuma, tan mendigo del asombro,
tan rey cuando le lustran los zapatos,
tan peatonal y bípedo sin cielo,
regresando con tráfico en las venas,
cautivo en geometrías y bullicio,
soñando alcantarillas, despertando.
Tan asfáltico, el hombre, tan urbano.






Un poema: Torres Gemelas




Es un mundo perfectamente dócil,
lógico, cercano y confortable,
hecho de números enteros y puntuales,
de parámetros medibles y objetivos,
de esquemas, de pruebas, de balances,
de certezas y de seguridades,
con su innegable simetría, sus combinaciones,
su álgebra precisa, sus contundentes
resultados racionales que lo afirman,
su magnanimidad, sus valores consecuentes,
sus cifras naturales.
Pero un fuego de lo más bruto (como todos los fuegos)
anda ahora por los rombos, los cubos, las esferas,
los octaedros, los ángulos conversos,
los paralelepípedos,
la moderna arquitectura, los vértices,
los magníficos diseños.

Hace un instante, apenas,
alguien cuya vida era
muchos números como pastillas calmantes
(tarjetas de colores, códigos de barras, cuentas,
registros, documentos, inventarios)
abandona su oficina
de alfombras y ascensores,
del piso ochentaitantos,
y se transforma misteriosamente en otro
-absurdas cuestiones ontológicas-
que ya no es él, sino un pájaro aterrado,
que asusta a la señora que lo mira en CNN,
y sin pensar siquiera en que Deleuze
hizo en París lo mismo exactamente
(eso de cambiar de figuritas,
eso de pasar de un sentido a otro sentido,
eso de romper los círculos concéntricos,
eso del terror y del querer fugarse,
eso, -la profunda payasada del significante-),
se arroja, con su traje hermoso de corte italiano,
(¡clímax del espectáculo!)
al vacío elemental que nos sostiene.




Eduardo Spalletta, 24/9/2001


Lo de "la profunda payasada del significante", claro, salió de aquí:


(*)           “…asi, pues, el sistema completo comprende: a) el rostro ó el cuerpo paranoico del dios-déspota en el centro significante del templo; b) los sacerdotes interpretativos, que siempre recargan en el templo el significado en significante; c) la muchedumbre histérica en el exterior, en círculos compactos, y saltando de un círculo a otro; y d) el chivo expiatorio depresivo, sin rostro, emanado del centro, elegido y tratado, realzado por los sacerdotes, atravesando los círculos en su loca huída hacia el desierto. Descripción demasiado esquemática que no corresponde únicamente al régimen despótico-imperial, sino que figura también en todos los grupos centrados, jerarquizados, arborescentes, sometidos: partidos políticos, movimientos literarios, asociaciones psicoanalíticas, familias, conyugalidades… La foto, la rostridad, la redundancia, la significancia y la interpretación intervienen en todas partes. Triste mundo el del significante, con su arcaísmo de función siempre actual, su trampa esencial que connota en él todos los aspectos, su profunda payasada. El significante reina en todas las escenas conyugales, como también en todos los aparatos de Estado.”

Gilles Deleuze, “Mil Mesetas”, capítulo: “Rostridad. Sobre algunos regímenes de signos”.







Espectros de las velas rojas



Editorial del Nº 3 de la Revista "La Mosca & El Mercado" / Agosto 2001 




No tengas miedo.


La luz de la llama baila entre los espectros de las velas rojas, y se refleja en el cristal de la copa. Baila y brilla, indestructible y eterna. Mirémosla, es sólo un instante.

La luz de la llama, la copa de vino, la música lejana, los ruidos de la vida, siguiendo sus pasos, a lo lejos. Eso es todo. No necesitamos nada más.

No tengas miedo.

El frío de este agosto ha empañado las ventanas. Este invierno de desencantos, de tardes lentas, de tristezas. Te agradezco este momento.

Miremos bailar la luz de las velas, escuchemos en silencio la música, podremos sentirnos jóvenes y reírnos, simplemente reírnos. Hablemos de Borges, de Serrat, del sabor del chocolate, de las gotas de vino que resbalan por el cristal de la copa, de los amigos, de todas estas cosas que realmente importan.

Afuera sigue pasando la vida. La vida, las noticias de la vida. Vos sabés, hemos escuchado estas mismas noticias otras veces. Tantas veces.
No te preocupes. Dicen los normales que ésa es la vida normal. Disculpalos: están locos.
No tengas miedo.

Afuera corren, desesperados, los tipos de traje, los bondis, los autos, los paseadores de perros, los taxis, el pibe de la pizzería, el cobrador de esperanzas, los policías del miedo, los salvadores del mundo. ¿Adónde van? ¿Adónde llegan tarde?

Las noticias de la vida, siempre las mismas. Que un tipo ganó la lotería. Que el progreso va ganando cuatro a cero. Que mañana descubrirán la vacuna del sida. Que vendieron a Saviola. Que un rico fue a la luna. Que creció el riesgo-país. Que cinco o seis hijos de puta vendieron la alegría. Que en este mismo momento se recibe otro economista en Harvard y otro esclavo en Mozambique. Que los políticos siguen hablando. Que ya no hay trabajo. Que la ministra de trabajo tiró el corchito en un programa en la tele. Que mataron a otro pibe en Moreno. Que sigue la guerra en alguna parte.

Las noticias de la vida, siempre las mismas.

Que el querido tipo aquel que me regaló el karting y el barrilete, hace tantos años, va muriéndose despacio, en un puto hospital. Que un amigo está en la buena, y otro amigo está en la mala. Que tantas cosas quise hacer y decir, y no pude o no supe. Que la felicidad nos espera a la vuelta de cualquier esquina, y que la tristeza también. Que el viajar no está en el viaje, ni en las fotos. Que hemos llegado hasta aquí, sin saber de dónde hemos venido, ni porqué. Que podemos y debemos ser felices. Que debemos tratar de entender. Que debemos saber partir, aunque nadie nos haya enseñado.

No tengas miedo.

Oigamos la música que se aleja. Brindemos en la oscuridad.

La luz de la llama va apagándose, despacio.




Eduardo Spalletta, Buenos Aires, en aquel lejano invierno del 2001.-





2 de marzo de 2012

Indio Solari, los hermosos 80'


El Beso de Panrayado


Allí estás, querido Panrayado, con las papelas de la cana. Todo encima, con cara de liebre muerta. Midiendo la calidad de tu revólver. Amenazando al cajero, Tartamudeando sin poder decirle qué debe hacer.

La nuca del "vigi" le justifica el sueldo. ¿qué tal un cohetazo en el culo?.

Los clientes están con la cara pegada al suelo y Panrayado los atiende con el corazón hecho una piedra, mientras escucha risas en el taller del diablo.

Panrayado, el chico de los astilleros, está por vengar sus sueños. Bailar como un pato mareado en una merienda de lobos. Bailar con un hueco en el lugar del corazón. Con la angustia más primitiva. Zumban las primeras moscas. Una voz de megáfono grita que estás perdido. Ese pelituco picotibio, puto como un sol, es el secretario del juzgado. Tiene la piel tostada y es muy joven. ¿Un último pico para la relamida? ¿Podrás negociar con rehenes recién chutado? El pelituco te mira las marcas de los brazos, mientras su mambo te aprieta con severidad. Hace un discurso exhibicionista en el que baraja los minutos:  "Pibe... la manteca ya no está en los bancos". Y sigue haciendo tiempo y te relame con palabras y sobre todo te promete que va a soplar la brasa ahí afuera para que no te apaguen los federicos.

Panrayado baja el "seisluces"  (un perro viejo con el número mal limado). Imposible mayor desnudez...

Mientras tanto la calle es una bolsa de ratas. "A un perro se lo cura como se cura a un perro"  - dice el himno de tangópolis.

Robar la vida es el robo final. Unos guiños traidores te anuncian que la bella señora te espera en un baldío.

Te espera con el beso de PanrayadoEl beso de todos nosotros.

Indio Solari, en Cerdos & Peces