No sólo la mayoría de los eventos que suceden a través de internet suceden sólo en internet, sino que además han generado una clientela avezada en visitar la nada, y llevarse nada.
Es tan fácil abstractamente enojarse o simpatizar por internet, que el vacío existencial que nos envuelve simula expresarse. Especialmente porque lo que niega absolutamente internet es el movimiento del cuerpo, lo que invalida es el paroxismo de los líquidos ambulantes que constituyen nuestra presencia y que nos convierten en bólidos de una insensatez personalizada. Internet es la militarización definitiva de las pulsiones, la exaltación del mayor de los abandonos: no aceptar que somos una sustanciosa bolsa de desesperaciones que trata de guionizarse a través de un encuentro carnal... la des-animalización que propone el mundo virtual equivale al mayor de los despojos que la historia de la civilización ha conseguido en toda su trayectoria...
En esta sopa de despropósitos virtuales hemos de consumar nuestra existencia. No hay praderas de luz que sean más fastuosas, no hay poema más inconmensurable que un titular de clarín, no esperamos ya un milagro sino el recital o el film que simule representarnos mientras alguien nos diga hola en el sitio de las manutenciones. No habrá caricias que valgan el esfuerzo de salir a cabalgar por lo ignoto. Podemos estar satisfechos, hemos logrado que nadie nos aceche en el lugar más sorpresivo de nuestros planes...
Hacia allí vamos, pertrechados de miedo anestesiado, en un viaje que indefectiblemente llegará a ninguna parte...
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