27 de julio de 2013
Acá va el nuevo avance de La Última Ficha / Edición Veinte - Trece
Desde el próximo martes 30 de julio volvemos a estar en el aire de la FM 88.9, la Radio de la Universidad de Luján.
Todos los martes, de 16 a 18.
Acá les dejo el avance del programa que estará sonando en la Radio de aquí a fin de año...
Claro, esto es un gusto personal que me dí, y también un homenaje necesario al gran Cohen, y a "The Partisan", una de sus dos grandes obras maestras (junto con "Famous Blue Raincot", para mí, y que cada quien elija la/s suya/s propia/s)...
Por fin un avance del programa con Cohen, che!
"Éramos tres esta mañana, sólo quedo yo por la noche... pero debo continuar... Estas fronteras son mi prisión..."
"Ah!, el viento está soplando... Entre las tumbas, está soplando... Pronto llegará la libertad... y saldremos de estas sombras..."
El martes 30 vamos a escuchar, por supuesto, "The Partisan", completito, en el programa, con unos buenos mates...
Los espero. Un abrazo.
11 de julio de 2013
Si, martes 30 de julio. El regreso
Martes 30 de julio próximo, a las 16.
En la 88.9 Mhz, como siempre.
LA ÚLTIMA FICHA / Edición 2013
Acá otro pequeño avance para vos, Pierrot...
26 de marzo de 2013
24 de marzo 1976 / 2013. La extraordinaria (y necesaria, y profunda) síntesis esencial de Horacio González
La Nación devastada
No era imaginable ni lo
podíamos imaginar. Si la teoría de los dos demonios, o las hipótesis sobre el
"espejo invertido", aún perdura, es porque el pensamiento es
perezoso. Nadie ignora que ante las fuerzas del Estado había insurrectos,
hombres y mujeres armados, munidos de razonamientos de época sobre el poder y
la violencia. Pero el Estado reaccionó deshaciendo la nación, organizando
ordalías sanguinarias, proponiendo un nuevo goce sobre los cuerpos,
crucificándolos en el anonimato y la expropiación de su ser último, cuyo sello
es el nombre propio y la frágil propiedad de su propia sangre.
Extremó todo: no fue una
dictadura sino un rasguido alucinado en los propios actos de lenguaje. Si una
nación es saqueada en su lenguaje, todo acto público se convierte en saqueo.
Toda legalidad era ficticia pero al mantenerse como fachada distraída que
recubría espasmos secretos, el lenguaje social se obligaba a decir que no sabía
mientras el conocimiento de todo aparecía a través de metáforas y formas
tácitas del lenguaje, todo lo dicho era falso y el no saber era un saber
escondido, insoportable.
Habían desaparecido las
conversaciones, la civilidad y los comportamientos inesperados, fuera de las
pautas de un orden invisible. El orden de una nación devastada por el terror.
El terror podía definirse como un acto silencioso, un vacío que no podía ser
denunciado, pero ese sórdido agujero –repentino– de la urdimbre social fundaba
un silencio amenazante. Nunca se precisaron tan pocas palabras alusivas a un
ejercicio de horrores, para sugerir que todo un conjunto social estaba
aherrojado en sus libertades, aunque parecía que podía seguirse una vida de
"normalidad". Esta "normalidad" mientras funcionaba la
maquinaria de captura y aniquilación era precisamente el terror.
Era un sordo aullido que
convertía en simulación la vida de superficie y en vida material lo
inconcebible. Lo que se sabía no se podía contar y lo que estaba al alcance de
saberse no tenía palabras para decirse. La nación, que seguía teniendo himno y
bandera, yacía en las catacumbas de los campos de concentración, que eran
apenas entrevistas, signos imprecisos emanaban de ellas y se apoderaban de
reticencia de la ciudad intuitiva y muda. Desde escuelas militares situadas en
grandes avenidas hasta comisarías de los suburbios, emanaban sospechas de que
una nación eran interrogatorios feroces y la república eran gritos de espanto.
Nadie gobernaba, apenas
existían las leyes económicas sacadas de manuales de plusvalía funeraria. Los
quejidos estropeados robaban vidas de los catálogos visibles en que se ejercen
los nombres de las personas y las cosas, para enterrarlas en fosos que eran el
profundo mar y la tierra nocturna excavada. Era el gobierno de la nación
devastada, una entelequia –como alguien dijo– que dejaba al trasluz una máquina
siniestra, un Moloch que comía vidas en secreto pero dejaba que algo se
supiera, como la puntilla de un pañuelo sangriento. Hace muchos años salimos a
las calles los 24 de marzo para que esto se repita, pero también para
peguntarnos lo que aun no sabemos cabalmente: ¿Por qué este calvario fue
posible?
26/03/13 Infonews
21 de marzo de 2013
9 de abril: vuelve LA ÚLTIMA FICHA, edición 2013
La cita es el próximo nueve de abril, como siempre, por la Radio de la Universidad Nacional de Luján, la 88.9 Mhz. Será el programa N° 186, en el noveno año consecutivo... Sigue siendo fiel a los días MARTES, pero este año estaremos al aire una hora más temprano: de 16 a 18.
También se puede escuchar en vivo por internet, en www.prensa.unlu.edu.ar
Y pronto también estaremos actualizando los nuevos contenidos de este BLOG de acompañamiento...
Renovamos toda la artística del programa, y acá les sigo adelantando algunos audios...
UN ABRAZO, AMIGOS!
Ir a descargar
8 de marzo de 2013
En abril comienza LA ÚLTIMA FICHA 2013
23 de septiembre de 2012
12 de septiembre de 2012
27 de mayo de 2012
La iglesia, cómplice del genocidio
LA IGLESIA RECONOCE LA AUTENTICIDAD DEL DOCUMENTO SOBRE EL ASESINATO DE LOS DETENIDOS-DESAPARECIDOS
Donde mueren las palabras
El Episcopado confirmó ante la Justicia que desde 1978 sabía que la dictadura militar asesinaba a las personas detenidas-desaparecidas, cosa que nunca hizo pública. La tardía admisión se produjo con el reconocimiento de la autenticidad del documento publicado el domingo 6 de mayo sobre el diálogo secreto con el dictador Jorge Videla del 10 de abril de ese año. Pese a ello tanto el Episcopado como el Vaticano y la gran prensa guardan silencio.
Por Horacio Verbitsky
La Iglesia Católica confirmó por primera vez ante la Justicia que por lo menos desde 1978 sabía que la dictadura militar asesinaba a las personas detenidas-desaparecidas, cosa que nunca hizo pública, y que sus máximas autoridades discutieron con el jefe supremo de la dictadura cómo manejar la información sobre esos crímenes. La tardía admisión se produjo con el reconocimiento de la autenticidad del documento publicado aquí el domingo 6 de mayo sobre el diálogo secreto con el dictador Jorge Videla del 10 de abril de 1978, luego de un almuerzo del que participaron los tres miembros de la Comisión Ejecutiva que conducía a la institución. Pese a ello tanto el Episcopado como el Vaticano y la gran prensa siguen guardando un escandaloso silencio.
La cuestión de las listas
La judicialización del documento eclesiástico se produjo en la causa abierta para determinar lo sucedido con los restos de Roberto Santucho, a pedido de su familia, representada por el abogado Pablo Llonto. Santucho fue abatido por una partida del Ejército el 19 de julio de 1976 y su cuerpo exhibido a la prensa en Campo de Mayo, pero luego desapareció sin explicaciones. A raíz de la confesión de Videla a un periodista español y otro argentino sobre el asesinato de los detenidos-desaparecidos, la jueza federal de San Martín, Martina Forns, a cargo de esa causa, citó a declarar al ex dictador. Videla dijo que él había decidido ocultar el destino de los restos de Santucho para evitar homenajes pero que quien sabía qué habían hecho con ellos era el entonces jefe de Campo de Mayo, general Santiago Riveros. Ante el cuidadoso interrogatorio preparado por Forns, Videla respondió sus preguntas durante más de tres horas. Sin eufemismos dijo que los detenidos-desaparecidos eran “condenados” y “ejecutados” y que ese método se había adoptado por comodidad porque creían que “no provocaba el impacto de un fusilamiento público”, que “la sociedad no lo iba a tolerar”. Agregó que “era difícil pensar que tantas personas podían ser juzgadas y la Justicia estaba asustada por la persecución que habían sufrido los jueces” del Camarón, el tribunal especial que actuó entre 1971 y 1973 durante la penúltima dictadura. Cuando Forns lo interrogó sobre las listas de personas detenidas-desaparecidas, Videla contestó que eran incompletas y que no se publicaron, porque contenían errores e inexactitudes y no hubo acuerdo entre las tres Fuerzas Armadas que compartían el gobierno. Agregó que la información sobre el destino de cada persona es “una obligación moral” pero que no es fácil cumplir con ella “por la forma tabicada en que se procedía y en algunos casos no hay rastros de eso y no puede publicarse a medias”.
Un diálogo entre amigos
Pero durante el almuerzo con el cardenal Raúl Primatesta, arzobispo de Córdoba, el arzobispo de Santa Fe, Vicente Zazpe, y el de Buenos Aires, cardenal Juan Aramburu, quienes eran presidente y vicepresidentes del Episcopado, Videla dio otra explicación mucho más sincera acerca de la publicación de las listas y sobre lo sucedido a las personas detenidas-desaparecidas. Ello consta en una minuta para el Vaticano, que los tres eclesiásticos redactaron luego de ese almuerzo y que fue reproducida en esta página hace tres domingos, en la nota “Preguntas sin respuesta”. En un clima que Aramburu describió como cordial, Videla dijo que no era fácil admitir que los desaparecidos estaban muertos, porque eso daría lugar a preguntas sobre dónde estaban y quién los había matado. Primatesta hizo referencia a las últimas desapariciones producidas durante la Pascua de 1978, “en un procedimiento muy similar al utilizado cuando secuestraron a las dos religiosas francesas”. Videla respondió que “sería lo más obvio decir que éstos ya están muertos, se trataría de pasar una línea divisoria y éstos han desaparecido y no están. Pero aunque eso parezca lo más claro sin embargo da pie a una serie de preguntas sobre dónde están sepultados: ¿en una fosa común? En ese caso, ¿quién los puso en esa fosa? Una serie de preguntas que la autoridad del gobierno no puede responder sinceramente por las consecuencias sobre personas”, es decir los secuestradores y asesinos. Primatesta insistió en la necesidad de encontrar alguna solución, porque preveía que el método de la desaparición de personas produciría a la larga “malos efectos”, dada “la amargura que deja en muchas familias”. Se refería en forma implícita a la carta que esa misma mañana le había enviado el presidente fundador del CELS, Emilio Mignone, padre de la detenida-desaparecida Mónica Candelaria Mignone, y una de las más altas personalidades laicas del catolicismo argentino. Mignone había sido ministro de Educación en la provincia de Buenos Aires en la década de 1940 y viceministro de Educación nacional en la de 1960. El fundador del CELS le escribió a Primatesta que el sistema del secuestro, el robo, la tortura y el asesinato, “agravado con la negativa a entregar los cadáveres a los deudos, su eliminación por medio de la cremación o arrojándolos al mar o a los ríos o su sepultura anónima en fosas comunes” se realizaba en nombre de “la salvación de la ‘civilización cristiana’, la salvaguardia de la Iglesia Católica”. Agregó que la desesperación y el odio iban ganando muchos corazones. Al día siguiente del almuerzo, Zazpe le informó a Mignone que la Comisión Ejecutiva le había transmitido a Videla “todo lo que dice su carta”. Dijo que habían sido “tremendamente sinceros y no recurrimos a un lenguaje aproximativo” pero le advirtió, como si se tratara de una accesoria cuestión técnica, que había una “divergencia con su carta” acerca de la publicidad o reserva de esta entrevista. “En esta ocasión volvió a recurrirse a la reserva”, que dura hasta hoy. Primatesta informó luego a la Asamblea Plenaria que los obispos le plantearon a Videla los casos señalados en su carta por Mignone, de presos que en apariencia recuperaban su libertad pero en realidad eran asesinados; que se interesaron por sacerdotes desaparecidos, como Pablo Gazzarri, Carlos Bustos y Mauricio Silva, y por otros detenidos de los que pidieron la libertad y/o el envío al exterior. Pero el desarrollo completo del diálogo sólo consta en la síntesis para el Vaticano. Cuando Primatesta advirtió sobre las amargas consecuencias del método de la desaparición forzada, Videla asintió. También él lo advertía, pero no encontraba la solución, dijo. Zazpe preguntó: “¿Qué le contestamos a la gente, porque en el fondo hay una verdad?”. Según el entonces arzobispo de Santa Fe, Videla “lo admitió”. Aramburu explicó que “el problema es qué contestar para que la gente no siga arguyendo”. Según Aramburu, cuando Videla repitió que “no encontraba solución, una respuesta satisfactoria, le sugerí que, por lo menos, dijeran que no estaban en condiciones de informar, que dijeran que estaban desaparecidos, fuera de los nombres que han dado a publicidad”. Primatesta explicó que “la Iglesia quiere comprender, cooperar, que es consciente del estado caótico en que estaba el país” y que medía cada palabra porque conocía muy bien “el daño que se le puede hacer al gobierno con referencia al bien común si no se guarda la debida altura”.
Luego de la publicación, la jueza Forns solicitó la entrega del documento a la Conferencia Episcopal. Sin dilación, recibió una copia. De este modo, la máxima conducción católica de la Argentina corroboró en forma oficial y en un expediente judicial que tanto la Iglesia argentina como la Santa Sede, para la que se confeccionó esa minuta, estaban al tanto del asesinato de las personas cuya desaparición era denunciada por sus familiares y por los organismos defensores de los derechos humanos.
Copia Fiel
El facsímil que se publica a la izquierda es el que obtuve en forma subrepticia en la sede de la calle Suipacha que el propio Videla donó a la Conferencia Episcopal antes de dejar el poder, en 1981. Arriba a la derecha se observa el número con que está archivado, lo cual da una idea de la magnitud de ese archivo cuya misma existencia la Iglesia negó, en una nota que en el año 2000 me dirigió su presidente, cardenal Estanislao Karlic. El de la derecha es el que la actual conducción episcopal, presidida por el Arzobispo de Santa Fe, José Arancedo, remitió a la jueza Forns. Arriba a la izquierda se lee “Es Copia Fiel” y abajo a la derecha consta el sello de la Conferencia Episcopal Argentina. En ambos ejemplares de ese documento secreto se observa que la afirmación de Videla sobre la protección a quienes cumplieron sus órdenes criminales está completada a mano por Primatesta. Pese a la enorme trascendencia de este demorado reconocimiento, ninguna autoridad eclesiástica hizo la menor referencia pública al tema, aunque la Comisión Ejecutiva se reunió el 16 de mayo y emitió un documento, cuestionando la ley de muerte digna sancionada por el Congreso. Como si la enormidad del hecho les cortara el habla, tampoco los diarios Clarín, La Nación y Perfil se dieron por enterados de la publicación de ese documento fundamental para establecer el grado al que llegó la complicidad de la Iglesia Católica con la dictadura militar y su política criminal. Treinta y cuatro años después, el encubrimiento continúa. Cuando el periodista español Ricardo Angoso lo entrevistó en la prisión que el Servicio Penitenciario Federal tiene en Campo de Mayo, Videla dijo que “mi relación con la Iglesia Católica fue excelente, muy cordial, sincera y abierta”, porque “fue prudente”, no creó problemas ni siguió la “tendencia izquierdista y tercermundista” de otros Episcopados. Condenaba “algunos excesos”, pero “sin romper relaciones”. Con Primatesta, hasta “llegamos a ser amigos”. Se nota.


Dos copias del mismo documento. A la izquierda [arriba], la que obtuve en el archivo del Episcopado, cuya existencia misma la Iglesia negaba. El número 10.949 que lleva, agregado a mano por el ex secretario del Episcopado Carlos Galán cuando ordenó el archivo, da una idea de la magnitud de ese repositorio. A la derecha [abajo], la versión oficial que este mes la Iglesia envió a la Justicia, a solicitud de la jueza Martina Forns. Le han borrado el número y le han agregado “Es copia fiel” y el sello de la Conferencia Episcopal.
27/05/12 Página|12
La nota previa de Página 12 del 6/05/2012 está aquí en este link: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-193425-2012-05-06.html
La nota previa de Página 12 del 6/05/2012 está aquí en este link: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-193425-2012-05-06.html
26 de mayo de 2012
El odio clasista argentino: una extraordinaria síntesis editorial
Energúmenos
Por Luis Bruschtein
El cacerolazo contra Salvador Allende. Las agresiones a la prensa en el abrazo del PRO a tribunales.
No había más de 300 personas; no es para hacer tanto ruido, a pesar del odio con que se expresaban y de la violencia amenazante que había en sus actitudes. Esas 300 personas que asistieron al acto del PRO en Tribunales esta semana fueron pocas como para generalizar, pero inevitablemente disparaban en la memoria otras situaciones de la historia, como el gorilismo del ’55 o el respaldo al golpe del ’76 y hasta una más reciente, que fueron las movilizaciones porteñas en contra de la 125. De alguna manera, la prensa del sistema se las arregló en cada una de esas situaciones para mostrar siempre esa prepotencia como una reacción lógica y justificable, un grito de libertad, la reacción entendible ante una democracia supuestamente sometida y amordazada. Los gobiernos populares los han tenido siempre en contra.
Pasan los años de democracia y las fuerzas políticas en general van cristalizando los resultados de un aprendizaje inédito. Pero este sector es inexpugnable. El riesgo es que alguna vez, como ha sucedido otras veces, se conviertan en una voz hegemónica que quiera presentarse como la voz de todos. Por ahora son pocos y sirven como marcadores: cuando esa furia se expresa de esa manera en contra de algo es el síntoma de que lo que los enfurece tiene más razón que ellos. Siempre están del lado oscuro y sirven como marcadores para identificarlo. Si alguien alguna vez los tiene de su lado, es para dudar del lugar en el que está parado. Como si fueran conscientes de esto, el FAP y los radicales tuvieron el tino de no ir esta vez con ellos y expresar su reclamo en otro lugar.
Consignas como “se va a acabar, la dictadura de los K” o insultos a la Presidenta (el menos violento fue el apelativo de “yegua” o “hija de colectivero”) hicieron que el acto fuera una promoción para el oficialismo. Fue más pro-oficialista que un acto propio y ayudó a dilucidar cómo le duelen a este sector las medidas que ha tomado el kirchnerismo.
Es increíble cómo algunos elementos se replican en el tiempo e incluso en diferentes geografías. Hay documentales de marchas en Chile contra el gobierno de Salvador Allende en los años ’70 y las expresiones de esos manifestantes anticomunistas (los “momios”), como el odio contra Allende, el insulto descalificador de “son todos ladrones” o despreciativo de lo popular, parecen calcadas de algunas que se vieron y escucharon en la marcha del macrismo de esta semana y en las que se hicieron contra la 125. Para ellos cualquier medida de carácter popular es izquierdista y todos los que las ejecutan son inevitablemente ladrones e inmorales. Dividen a la sociedad entre la chusma y las personas íntegras y respetables como ellos. El que no es parte de la chusma, pero se pone de su lado, solamente puede hacerlo movido por un afán de robar o de poder autoritario. Establecen esa relación en forma automática. Y ése es un rasgo cultural que en forma más diluida quizá, más tenue, está muy extendido en las clases medias más allá de los grupos más recalcitrantes.
En las primeras décadas del siglo pasado, los destinatarios de ese odio fueron la izquierda y el anarquismo, que representaban a la chusma. Desde mediados del siglo pasado, ese lugar pasó a ocuparlo el peronismo, cargando con sus desprolijidades y contradicciones, las que seguramente fueron menores que las de la izquierda y los anarquistas, porque logró renovar su representatividad durante mucho más tiempo. Para este sector conservador “momio”, “gorila”, “blancoide” o “escuálido” (según el país del que se trate: Chile, Argentina, Bolivia o Venezuela), la única vez que el peronismo valió la pena fue con Carlos Menem, al que adoptaron con el afecto que se le tiene a un empleado doméstico de confianza.
Por supuesto que no se trata de una pintura de toda la oposición, ni siquiera de la mayoría. Y tampoco se podría decir que todo el macrismo esté configurado en ese retrato. Hay un juego más complejo y al mismo tiempo más razonable la mayoría de las veces entre oposición y oficialismo. Pero en situaciones de polarización, el arsenal cultural que ocupa la escena es el de los furiosos que transforman el debate en un campo de linchamiento. Y algunos políticos de la oposición se tientan con manipular esas situaciones, dándoles lugar o estimulándolas para arrojarlas contra el oficialismo y recuperar espacio en la hegemonía cultural con ese impulso de prepotencia. Eduardo Amadeo participó en la marcha gritando contra la “dictadura” kirchnerista. Si su estado de ánimo es de la misma violencia que se expresó en el acto, como político sabe que no se puede hacer política en ese estado. Tanto él como Patricia Bullrich se acaban de sumar al armado macrista y es lógico que deban sobreactuar ese nuevo posicionamiento. Pero cuando se estimula el lado oscuro, nunca se sabe hasta dónde se lo podrá controlar después.
De todos modos, siempre sorprende escuchar esa violencia de alto voltaje, cuando del otro lado realmente no se produce un fenómeno equivalente. Hay cuestionamientos, críticas, pero sin esa histeria desaforada que terminó a los golpes con un periodista. Un sector del periodismo opositor viene denunciando “agresiones” porque les molesta ser criticados por otros periodistas o por los mismos funcionarios que ellos destazan. Tendría que resultar un tanto engorroso para ellos que la única vez que se golpeó realmente a un periodista en una marcha política en todos estos años haya sido a un trabajador de la Televisión Pública, el cámara del programa 6, 7, 8. Habría que agregar que muchos de esos periodistas enojados porque Cristina Kirchner no hace conferencias de prensa no dicen lo mismo de dirigentes políticos y funcionarios públicos de la oposición que desde hace varios años no se dejan entrevistar por los medios que a ellos no les gustan y que cuando la tienen, manejan con un criterio estrictamente ideológico sus pautas de publicidad.
La contrapartida, si se quiere, es que al oficialismo se lo criticó mucho cuando varios de sus actos masivos derivaron hacia violentos enfrentamientos entre líneas internas del justicialismo y sectores gremiales. Era una crítica justa. Ya durante la gestión de Néstor Kirchner, el oficialismo empezó a ser muy cuidadoso en la organización de sus actos y pudo superar una práctica perniciosa que iba en su propio desmedro. En los últimos años no se produjeron escenas de violencia en sus actos y el fenómeno del “acarreo” fue suplantado paulatinamente por el de la militancia. Hubo un crecimiento valioso en esos dos aspectos.
Ayer se cumplieron nueve años de la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia. Quizá parte de la bronca para muchos fue que el proceso surgió en el momento y desde el lugar que menos se lo esperaba. Ese núcleo oscuro de furia estaba en estado de latencia frente a un progresismo con timidez aguda, un peronismo menemizado y una izquierda sin vocación de mayoría. El kirchnerismo, como fuerza popular con vocación transformadora, agregó un nuevo condimento a ese escenario. Y desde entonces, como si fuera el retumbar de un viejo volcán apagado, ese núcleo elitista y violento entra esporádicamente en actividad.
La reacción contra esa irrupción inesperada del kirchnerismo desnudó muchas situaciones regresivas a las que gran parte de la sociedad prefería creer superadas y puso en evidencia falsas verdades que se habían construido en una post-dictadura muy conservadora (salvo el primer año de Alfonsín). La transición a la democracia en la Argentina fue muy conservadora y sólo tuvo chispazos de progresismo por la resistencia de los movimientos sociales, en especial las organizaciones de derechos humanos, y por la existencia de un periodismo contrapuesto a las corporaciones mediáticas.
Algunos creen que no, que la luz del progresismo brilló en todos esos años y esta confusión hace que muchos que se creen progresistas, sean en realidad profundamente conservadores. Fueron progresistas mientras el progresismo no tenía ninguna posibilidad y volvieron a su verdadera condición reactiva y conservadora, cuando hubo alguna posibilidad de concretar reivindicaciones que siempre plantearon los movimientos sociales. Son progresistas que reniegan de las manifestaciones plebeyas y de cualquier transformación que requiera confrontación. No pudieron sacarse de encima esa cultura del temor implantada por la dictadura y que persistió muchos años después que se fueron los militares. No es lo mismo esta persona que se cree progresista que los energúmenos que participaron en la marcha del PRO en Tribunales. Pero están más cómodos con ellos porque les permiten aparentar progresismo sin quedar en evidencia.
26/05/12 Página|12
16 de abril de 2012
Otra joya de Borges (una más)
Jorge Luis Borges
Anotación al 23 de agosto de 1944
Esa jornada populosa me deparó tres heterogéneos asombros: el grado físico de mi felicidad cuando me dijeron la liberación de París; el descubrimiento de que una emoción colectiva puede no ser innoble; el enigmático y notorio entusiasmo de muchos partidarios de Hitler. Sé que indagar ese entusiasmo es correr el albur de parecerme a los vanos hidrógrafos que indagaban por qué basta un solo rubí para detener el curso de un río; muchos me acusarán de investigar un hecho quimérico. Éste, sin embargo, ocurrió y miles de personas en Buenos Aires pueden atestiguarlo.
Desde el principio, comprendí que era inútil interrogar a los mismos protagonistas. Esos versátiles, a fuerza de ejercer la incoherencia, han perdido toda noción de que ésta debe justificarse: veneran la raza germánica, pero abominan de la América «sajona»; condenan los artículos de Versalles, pero aplaudieron los prodigios del Blitzkrieg; son antisemitas, pero profesan una religión de origen hebreo; bendicen la guerra submarina, pero reprueban con vigor las piraterías británicas; denuncian el imperialismo, pero vindican y promulgan la tesis del espacio vital; idolatran a San Martín, pero opinan que la independencia de América fue un error; aplican a los actos de Inglaterra el canon de Jesús, pero a los de Alemania el de Zarathustra.
Reflexioné, también, que toda incertidumbre era preferible a la de un diálogo con esos consanguíneos del caos, a quienes la infinita repetición de la interesante fórmula soy argentino exime del honor y de la piedad. Además, ¿no ha razonado Freud y no ha presentido Walt Whitman que los hombres gozan de poca información acerca de los móviles profundos de su conducta? Quizá, me dije, la magia de los símbolos París y liberación es tan poderosa que los partidarios de Hitler han olvidado que significan una derrota de sus armas. Cansado, opté por suponer que la novelería y el temor y la simple adhesión a la realidad eran explicaciones verosímiles del problema.
Noches después, un libro y un recuerdo me iluminaron. El libro fue el Man and Superman de Shaw; el pasaje a que me refiero es aquel del sueño metafísico de John Tanner, donde se afirma que el horror del Infierno es su irrealidad; esa doctrina puede parangonarse con la de otro irlandés, Juan Escoto Erigena, que negó la existencia sustantiva del pecado y del mal y declaró que todas las criaturas, incluso el diablo, regresarán a Dios. El recuerdo fue de aquel día que es perfecto y detestado reverso del 23 de agosto: el 14 de junio de 1940. Un germanófilo, de cuyo nombre no quiero acordarme, entró ese día en mi casa; de pie, desde la puerta, anunció la vasta noticia: los ejércitos nazis habían ocupado a París. Sentí una mezcla de tristeza, de asco, de malestar. Algo que no entendí me detuvo: la insolencia del júbilo no explicaba ni la estentórea voz ni la brusca proclamación. Agregó que muy pronto esos ejércitos entrarían en Londres. Toda oposición era inútil, nada podría detener su victoria. Entonces comprendí que él también estaba aterrado.
Ignoro si los hechos que he referido requieren elucidación. Creo poder interpretarlos así: Para los europeos y americanos, hay un orden -un sólo orden- posible: el que antes llevó el nombre de Roma y que ahora es la cultura del Occidente. Ser nazi (jugar a la barbarie enérgica, jugar a ser un viking, un tártaro, un conquistador del siglo XVI, un gaucho, un piel roja) es, a la larga, una imposibilidad mental y moral. El nazismo adolece de irrealidad, como los infiernos de Erígena. Es inhabitable; los hombres sólo pueden morir por él, mentir por él, matar y ensangrentar por él. Nadie, en la soledad central de su yo, puede anhelar que triunfe. Arriesgo esta conjetura: Hitler quiere ser derrotado. Hitler, de un modo ciego, colabora con los inevitables ejércitos que lo aniquilarán, como los buitres de metal y el dragón (que no debieron de ignorar que eran monstruos) colaboraban, misteriosamente, con Hércules.
Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones
15 de abril de 2012
13 de abril de 2012
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